Milenios de signos.
La carne por fin se consagra.
El tiempo transcurre, las lunas se dañan.
Y entonces la luz en la tierra comienza a menguar...
Las sombras son dioses, mutilan las voces.
Mi sangre es poesías, al verso de muerte de toda delitacia.
Y en este mi charco de sangre y sudor.
Observo el reflejo que no reconozco.
Mi rostro es la imagen de un cuerpo si faz.
Mi lengua difunde un destello inmoral.
Ahora, el cálido cuerpo ya deja su forma.
Distante el silencio.
Perpetua la hora.
Un dulce recuerdo en un tiempo en dolor.
La muerte prefecta.
El tono de amor.
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