Cierro mis ojos y contemplo la obscuridad,
un espacio que de indentificarlo como negro seria limitarlo ciegamente.
Trascendente a toda definición,
ante este se abre mi mente y abdican todas las ideologias.
De mí se deponen todas las doctrinas.
El aire se purga;
catarsis del signo,
de letras y nombres.
Y después de un instante, no un tiempo ni un solo segundo.
Me observo no solo,
no único,
no yo ni yo mismo.
Y entonces las sombras empiezan a mutar.
transponen sus voces a una magna glosolalia.
Vierten todo contenido y se dislocan sin sentidos.
Y una éstatica que es muda se comienza a derramar.
No palabras.
No certeza.
No sujetos.
No presencia,
pues de esta se desprende que supone su lugar.
No lugar,
pues no hay un punto que permita individuar.
No hay opuestos pues no hay uno.
No hay distancia ni trayecto,
ni hay transcurso o su final.
Se disuelven...
qué es lo que atestigua la disolución?
Qué...
la única pregunta remanente
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