Los sonidos se sobreponen; las imágenes no conocen algún orden natural.
Lo sagrado se ha hecho burla. Nuestros mantos se han manchado de corruptas nimiedades.
Despertamos con los ojos sobre un viejo relicario; el enjambre de recuerdos y momentos olvidados.
Sobre el filo de esta hora que parece tan disuelta, aun no existen las palabras;
aun no existen las respuestas que liberen la presencia.
Nuestros párpados hinchados, tan sinceros al pasado. El espejo que relata, se transforma con el tiempo.
El fragmento de ese vidrio sin trasfondo que sea falso.
Una gota de saliva. Los ropajes ocultados.
En el velo vanidad; en los ojos una herida.
En el pecho una distancia se abre paso a la mentira.
Lo que olvida nuestra carne, es que a todo va una vida.
La primera hora de los días, aun no sabe de lo oculto de esta vida inadvertida.
En las líneas de su ensayo, nuestros rostros son inertes.
Nuestras voces son fragmentos de un eterno vaticinio.
Siempre esquivo y nunca muerto. Se aproxima; siempre lejos.
Y entre esquirlas de esa hora que es testigo de otras almas,
Aun se siente entre los labios el silencio de la calma.
Un instante que acontece. Hoy y aquí dejo mi vida.
Por debajo de la ausencia, cual enfermo sin desgracia.
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