"Todos somos iguales" es una frase fundamental, con sus respectivas variaciones, en constituciones, sistemas de pensamiento, dogmas e ideologías personales de muchos alrededor del planeta. Pero, ¿Cuál es el límite de dicha igualdad?
Comenzando por el objeto principal que es el ser humano, debe considerársele igual en un sentido estrictamente fisiológico y como acertadamente hemos aprendido a través de la historia, para efectos de la legalidad y el funcionamiento de nuestras sociedades. y es en estos temas en donde el límite comienza a trazarse.
Como ser humano existe una gran diferencia con respecto a todos los demás seres y elementos que existen en nuestro mundo. Como seres humanos tenemos en virtud de nuestra consciencia una profundidad existencial que es nuestra esencia. Podriamos aplicar análogamente el término anterior a cualquier otra criatura u objeto -como lo hacemos con muchas otras características humanas - y entonces decir que, por ejemplo, la esencia del fuego es la de quemar, ser luz o calor o cualquier otra similar, pero no haríamos otra cosa mas que llamar con otra palabra a lo que el fuego tiene por consecuencia, hace o smplemente, a lo que el fuego es por sus determinadas características físicas. En nuestro caso, esas caracteristicas son la parte más superficial de nuestro ser y la palabra esencia adquiere un significado más adecuado al aplaicarse a los universos metafísicos de nuestras mentes, las cuales son una esencia dinámica que supera las igualdades fisiológicas entre nosotros las personas y he aquí donde no existe igualdad alguna, y donde la brecha entre individuos es de proporciones absolutamente increíbles, gigantescas.
Y es aquí donde la diferencia nace y se multiplica hasta alcanzar muy diversas formas. He aquí donde el ser humano puede degradarse y donde algunas personas no valen nada. He aquí donde algunas consciencias no son sino tristes intentos fallidos de profundidad.
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