Hoy por la madrugada estaba sentado en el comedor del departamento. Botes de cerveza casi vacíos sobre la mesa. El sol todavía no anunciaba su ascenso y había una dulce obscuridad. Entonces una mujer comienza un punto de vista que culmina diciendo así: "¿No crees que lo somos? Claro que sí, tú eres un dios". Y su pareja, un hombre con cejas tupidas y mirada soberbia, agrega entre otras cosas diciendo así: "En este momento de mi vida yo tengo todo", finalizando con una risa corta y desagradable.
El contexto de las palabras anteriores no es muy relevante y sólo necesitan plasmarse tal cual. Yo por mi parte no pude evitar el sentir como una parte de sus alientos contagiaba todo con sus absurdas y superfluas egolatrías. Lo que era una noche de buena charla se convierte en un espectáculo funesto de egos y palabras vulgares con las que intentan estos sujetos persuadirnos de que su vida es buena. Patético y desagradable. Molesto en demasía.
Todo estaba bien hasta que ellos llegaron hace dos minutos a la mesa a unirse a nuestro pequeño jolgorio que ahora suma 6 personas.
A partir de ese momento, toda la conversación adquiere un tono distinto y hay un énfasis tediosos en cada oración sobre la palabra "yo". ¿Por qué? ¿Cuál es su necesidad de mostrarse y pregonarse? Y he aqui su dialogo, sin defender una postura valiosa o una ideología fructuosa, buscan imponer lo que a nadie le importa: su "yo".
Y salvo por este detalle de dos peqeños individuos, fue una buena noche de juerga.
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