Abrumado y en distancia de sí, ante la penumbra que ahora rodea al espíritu humano y la cual se convierte en su nueva dimensión llena de capricho y llena de significado, el conocimiento órfico de la universalidad humana penetran en todos los niveles de la percepción y engulle a la conciencia.
La conciencia "vacía", desgarrada en su egolatría, contempla el mundo enmarcado en una verdad que ya no más satisface las dimensiones del panorama, ni a éste le conducen a un suelo firme alejado de sombras.
Es así que en el sentido del fenómeno y la concepción de la existencia, el entorno se manifiesta en admiración a la emancipación del espíritu ante sus propias verdades, ante sus propios símbolos que del orden natural de lo externo han surgido para denominarse, en este tiempo de culminación, como el caos de sus representaciones.
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