Con la mirada perdida en el suelo, sintiendo en la nuca el más mordaz y furtivo de los alientos, las sombras sobre el piso succionan mi existencia, confinandome a la más obscura y turbia de todas las esencias: la obsesión predilecta, vicio de infinitud sin saciedad.
Consigo asir mi mirar del ahora pálido cielo, y en el transcurso fugaz de todos mis pensamientos - proyecciones de una vacua insolencia por el presente - comienzo a despreciar los productos de mi alma, invocando un futuro consumido en derelicción.
Connfinándome, incitándome, a ser sólo un reflejo de mi propio ser, expuesto y mancillado, repudioso de sí, la reproducción de mi psique consigue abdicar de sí, y abdicar del entorno. Ahora, consigo la ausencia, ser abundante en un vacío infectado de mí, y al mismo tiempo, en un fausto unisono de penumbra y soledad sombría, consigo constreñir a la existencia a ser la más paradójica de las reflexiones: la nada del todo, perpetua sin nombre, infinita, sin haber nunca comenzado.
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