Con las manos recién vacías,
dejan en las calles la esperanza que había entre sí.
Comienzan poco a poco a caminar,
aprendiendo a ser odiados,
aprendiendo a deformar.
Mejorando sus oficios se refina el mutilar;
predilecta su ignominia, no hay espacio para más.
Transeúntes, solitarios
depauperan a los hombres y mujeres exiliados;
Se congregan en sus masas predilectas de ansiedad.
Oh pobreza!
Pobre la brisa testigo inmutable.
El viento en las aceras sopla omniscio y fuertemente,
en sus alas va el saber de las mentiras;
el placer de la inmundicia y lontananzas de virtud.
Cómo otorgar compasión,
cómo generosidad?
Sino por un sacrificio que corresponde
sólo a muy pocos hombres de inmensa beatitud.
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