lunes, febrero 16, 2009

Mexico y su compromiso con la calidad

Creo firmemente que una ciudad es la orilla sobre un precipicio, una caida que en su fondo reside la salvación o la perdición. Para mí una ciudad grande es un punto en un cierto lugar que se encuentra sólo a un paso de distancia del infierno o del paraiso. El dicernimiento entre estas dos opciones es visible y muy claro en términos de un simple elemento llamado calidad. La diferencia entre el paraiso y el infierno radica pues, desde mi punto de vista, en pequeños detalles que le atribuyen al vivir cotidiano un cierto nivel de calidad que se origina de una fuente obviamente similar. Esto es, la calidad de los sistemas de salud, de impartición de justicia, la calidad de los servicios públicos, de la educación, de la seguridad pública, de los bienes, productos y servicios, la calidad de los mecanismos de consumo, de satisfacción de necesidades básicas, la calidad de los sistemas de consulta ciudadana y captación de la opinión pública, la calidad de los sistemas políticos y legislativos y demás puntos vitales que devienen en una buena calidad de vida, o todo lo contrario.

Yo, por mi parte, puedo hablar como mexicano del lado turbio de la balanza. Puedo hablar de la pobre calidad de vida citadina. Puedo decir de la corrupción y de la cultura indiferente. Puedo decir del favoritismo y del compadrazgo en término peyorativo. Puedo decir de los sistemas políticos elitistas y que enriquecen a los ricos para joder a los pobres. Puedo decir de la hipocrecia y de la ignorancia que atormentan la vida política; esta a los gobernados y aquella a los gobernantes.

Supongo que el camino al infierno radica en una mala planificación, en una deficiente y corrupta gobernabilidad y en una preponderante indiferencia ante la pobreza, ante la calidad de los servicios y ante el bienestar de la población. Se sostiene en gran medida sobre un puñado de personas dueñas de los medios de producción, (incluyendo en estos al más importante a modo sarcástico, el gobierno) que sólo se concentran en el dios de la economía y a este idolatran.

Un claro ejemplo es la ciudad de méxico, ejemplo de progreso en este gran país. El progreso para los mexicanos es, entonces la infección, un foco de infección. Allí donde la precontingencia ambiental recomienda no salir al aire libre, no practicar actividd física y abstenerse de salir a admirar el pintoresco cielo amarillento y nebuloso. Vaya calidad de vida.

Otro claro ejemplo es la ciudad de monterrey, donde los ricos son muy ricos y los pobres... los pobres son otro mundo. Las colonias marginadas se encuentran enclavadas entre los ricos y los mas o menos ricos, abandonados en cerros que en algunos casos carecen incluso de calles pavimentadas, cuando a metros abajos yacen las más grandes avenidas. Ciudad ciertamente cosmopolita; al menos en términos mexicanos. Donde el caos vehicular y la actitud de "primero yo y te aviento el coche" refleja ávidamente la personalidad egocentrista y egoísta de las personas que habitan y que en los fines de semana abarrotan los centros comerciales como desenfrenados consumidores. Cual animales que sólo se ocupan de las metas a corto plazo como el comer, coger y cagar, sin lugar alguno para la planificación. Animales con estilo, muy a la moda e incluso bilingües. O como diria la niña rica regia (con acento nefasto y exagerado) "muy fashion ¿Sabes?".

Y qué decir de la corrupción, haciendo mención nuevamente. Supongo que esta es el menor de los problemas, y el mayor reflejo de la calidad de personas que los mexicanos somos. No olvidemos el trillado momento mexicano de la "mordida" al oficial de vialidad, que no por nada es tradicion: el automovilista se queja de la infracción por quince minutos y molesto decide dar unos billetes para evitar el alto costo de la multa. Pero este sujeto cuando en otro momento sufre una enfermedad y acude al seguro social a recibir la peor de las atenciones curiosamente hace lo mismo; quejarse. Quisquillosos los mexicanos, quieren que el sistema funcione en un lado y en el otro no. Que decir del oficial de tránsito que detiene a los automovilistas cuando en su casa requiere un dinero extra, quizá para el regalo de cumpleaños de su hijo, tal vez para algo más.

Vaya calidad de vida. Viva mexico.

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